Por
Gustavo Patiño.
Uno
de los aspectos más interesantes que podemos encontrar en el evangelio, es
saber que dos de sus versiones están escritas por quienes no conocieron a Jesús,
ni estuvieron junto a Él, sino que escucharon cómo narraban las experiencias vividas
y a partir de ello hacen su composición.
Dentro de este mismo parámetro podemos valorar también la pasión y el
acierto mostrado por quienes narraron estos acontecimientos a tal punto que sin
pretender narrarlos de manera similar o simultánea compusieron una obra de
magnifico orden.
En el caso de Marcos quien en principio escucha y sigue a San Pablo
pero termina escribiendo la predicación de Pedro que le acoge como hijo. Y en el caso de Lucas que según la tradición
se desempeñaba como médico y que escribe las experiencia del apóstol Pablo,
ambos muestran la devoción con que les escuchaban y la coherencia con que iban
entrelazando los acontecimientos, palabras y hechos de Nuestro Señor Jesucristo.
Queremos centrar nuestra reflexión en Lucas para responder a la pregunta problema porque en este evangelista vemos desde la perspectiva Cristológica y Antropológica algunos principios orientadores a una humanidad dignificante en América Latina que bajo la inspiración de una buena reflexión ayudarían a entender lo que nos dice Aparecida al presentar una situación sociocultural en la que impactan la globalización, el cambio de época, el uso indebido de la ciencia y la técnica, la colonización cultural y el ávido mercado que traspasa las fronteras de lo necesario para anclarse en el desaforado esquema de consumo[1]. Y este gran reto está inspirado (analógicamente ) en hacer que como san Pedro contemos tan apasionadamente la historia para que la entienda Lucas (evangelio de la vida) y a su vez la extienda sobre la humanidad.
La Cristología es tema central en
el evangelista Lucas, ya que nos lleva a entender cómo es que Dios extiende
hasta nosotros su plan de salvación, por eso presenta a Jesús como profeta,
siervo, testigo, mártir, hijo de Dios, siervo del Señor y Justo[1],
en estos títulos cristológicos no pretende exaltar la grandeza de Jesucristo
sino mostrar la sencillez y humildad con que puede llegar hasta nosotros, y
esto lo debe interpretar muy bien nuestro pueblo tan cansado de pequeños
caudillos que atrapan el poder y minimizan a sus propios hermanos hasta el punto de llevarlos a la misma
muerte.
San Lucas es asociado con el
oficio de Médico y bien sabemos la tarea y misión que debe tener quien cumpla
tal ejercicio, por eso queremos tomar la sencillez con la que el evangelista
presenta a Jesús y unirla a las parábolas de la Misericordia, para que
aplicadas a nuestro pueblo latinoamericano podamos con sencillez abrir nuestro
corazón a la ternura del amor de Dios que nos busca como oveja perdida, y sin
pensar en el montón va tras aquella descarriada que quizá embelesada por otros
pastos dejó el rebaño. O como aquella
mujer que barre todo para encontrar la dracma perdida y celebrar luego, así
mismo el hombre debe barrer muy bien su corazón para encontrar la gracia, el
amor o la paz que se le revuelve en medio de tantas cosas, de tantos afanes y
preocupaciones. Y por último terminar
con la expresión más hermosa de la misericordia de Dios que le da la más
absoluta libertad a su hijo que confía en que será buen administrador, y que lo
espera en la puerta por si algún día quiere regresar, para abrazarle, y
brindarle lo que siempre ha tenido en casa, amor, misericordia.
“Ante los desafíos que nos plantea esta época en la que estamos
inmersos, renovamos nuestra fe, proclamando con alegría a todos los hombres y
mujeres de nuestro continente: somos amados y redimidos en Jesús, hijo de Dios,
el Resucitado vivo en medio de nosotros…”[1] Este es el gran reto que nos plantea
aparecida y que debemos enfrentar con la creciente ola de violencia, injusticia
y desigualdad, donde vemos a los gobiernos involucrados en corrupción y
desigualdad, sin garantías y con propósitos que favorecen no a la nación sino
al minúsculo circulo de capataces que matan hasta la esperanza.
Ya Aparecida nos pide que
construyamos una Iglesia que se hace discípula (3) y que se proyecte con la
esperanza hacia un continente de la vida, el amor y la paz ( 5) y esto sólo lo alcanzaremos cuando aprendamos
de Cristo, para que viviéndolo de tal manera le anunciemos con el mismo
apasionamiento con que lo predicó son Pablo
que sin conocerlo físicamente llegó a expresar de Él lo mejor de su
enseñanza y transformó su vida, la de su alrededor y la de muchas comunidades
que lo escucharon o leyeron sus carta, aún hoy sigue llevando a cientos de
hombres y mujeres por el camino de la salvación y presentando a un Cristo
accesible al corazón del hombre, al frágil joven de Nazaret que compartió
preferentemente con los pobres y les enseñó a amar a los enemigos (Lc 6,27) que
tomó de la mano a quien merecía la pena de muerte por ser una mujer pecadora (Lc
7,36) Que por encima de la ley da
primacía a la persona que a la letra (14,1)
Las parábolas de la misericordia
que San Lucas nos presenta en el capítulo 15 nos inspiran al saber que el
pastor busca la oveja perdida porque sabe que afuera del rebaño puedo morir
atacada por el lobo, así mismo el pastor debe salir al encuentro de la oveja
atacada por la sociedad de consumo, el materialismo y la apariencia, el culto
al cuerpo y la desacralización de su fe.
La dracma perdida es encontrada cuando se barre muy bien la casa, así
mismo se debe barrer muy bien para que
sacada la mugre del pecado alumbre el tesoro de los valores en el
cristiano. El Padre Misericordioso que le
ha dado la plena libertad a su hijo y le ha permitido juntar sus haberes, también
le entregó con la herencia la capacidad para ser buen administrador (Lc 16,1) y
las consecuencias que acarrearía una
mala administración, pero aún si se equivoca le va a esperar en la puerta de su
casa, para correr a su encuentro y colmarlo de besos, revestirlo e incorporarlo
nuevamente a su casa, a su familia, a su hogar
Sólo en Jesucristo podemos
entender porque no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores (Lc 5,
32) sólo en Él entendemos porqué quiere hospedarse en casa de pecadores de la talla de Zaqueo (Lc
19, 1-10) solo en Él entendemos que es posible anunciarlo a nuestro pueblo
latinoamericano que también se ha debatido entre el pecado, la usura y la
trampa, la mentira y el robo. Por eso
esperamos que ante este encuentro digan con toda valentía y conversión de
corazón. Señor, yo no soy digno de que
entres a mi casa, solo una palabra tuya bastará para sanarme. (Lucas 7,6).
[1] AGUIRRE, R. Y RODRIGUEZ, A. La
Investigación de los Evangelios Sinópticos y Hechos de los Apóstoles del Siglo
XX, Introducción al estudio de la Biblia (2003) Navarra, Ed. Verbo Divino.
Pg, 345
[1] V conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, (2007) aparecida Numerales 43 al
51.
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